¿Cómo puedo encontrar amigos que me acepten tal como soy?

Una cosa es segura; no encontrarás verdaderos amigos haciendo dejación de tus valores y dejándote arrastrar por el grupo. De esa manera lograrás que te atiendan un tiempo. Pero no durará mucho. Y la atención que recibirás no te hará sentir mejor. En nuestros días la gente respeta a los que se atreven a <<nadar contra la corriente>>.

¿Donde puedo encontrar amigos?

¡Nuevos amigos se pueden encontrar dondequiera! Usualmente encontrarás los mejores amigos allí donde pasas la mayor parte del tiempo. Aquí tienes algunas recomendaciones:
  • La escuela, el trabajo, los equipos y eventos deportivos, y las actividades de la Iglesia te ofrecen buenas oportunidades.
  • Sé un poco atrevido. No te cohíbas de saludar a gente nueva en la escuela o la iglesia. Pero si la persona te da la espalda, detente. Tal vez no sea el momento oportuno.
  • Deja que tus amistades crezcan y se multipliquen. No te aproveches de tus amigos, pero permíteles que te presenten a sus amigos.
  • Cierto  viejo refrán encierra una gran verdad: <<Para tener amigos tienes que saber ser amigo>>. Interésate por tus amigos.
  • Lo más importante: aseguráte de que Jesús bendice tus amistades. Haz que lo primero sea lo primero. Echale un vistazo a Mateo 6.25-34 y revisa tus prioridades mientras lees.
¿Cómo puedo ser un buen amigo?

Todo el mundo dice que para tener amigos se debe ser amigo. ¿Pero qué significa realmente eso? ¿Cómo puedes ser la clase de persona que a otros les gusta tener cerca? Aquí tienes algunas ideas para empezar:
  • Ser servicial. Trata de servir a otros en lugar de preocuparte por tus propias necesidades. Da en vez de tratar de recibir. Ayuda a alguien. Si eres una persona servicial tendrás muchos amigos.
  • Sé realista. Está bien que les dejes saber a otros que a veces criticas a los demás, que no tienes todas las respuestas, que no todo te agrada. Algunos creen que ser cristiano significa nunca buscarse problemas. Si ello fuera cierto, ¡Cristo habría sido un pobre cristiano! Hubo quien se enfadó con Jesús. Algunos incluso lo atacaron. Varios de sus mejores amigos lo abandonaron. Lo traicionaron cuando más los necesitaba. Jesús pudo arriesgarse a ser abandonado por sus amigos. ¿Por qué? Porque su confianza estaba en Dios. Sabía que si era rechazado o desilusionado por otra gente, él todavía podía ser amado y aceptado por quién más importaba, su Padre Celestial.
  • Sé asequible. Los amigos deben ser asequibles a los demás. Si nunca apareces cuando tus amigos necesitan ayuda o consuelo probablemente tampoco ellos estarán cerca cuando tú los necesites.
  • Sé leal. A nadie le gusta una persona con dos caras. Algunos juegan con sus amistades. Son tus amigos mientras con ellos. Pero cuando vuelves la espalda, ¡cuidado! tú no necesitas este tipo de amigos, y ciertamente no quieres ser ese tipo de amigo.
  • Sé sincero. Si tus amigos no pueden o no quieren ser sinceros contigo, busca amigos de mejor calidad. De la misma manera, si tienes que esconder la verdad para impresionar favorablemente a tus amigos, no estás siendo sincero con ellos. La sinceridad es la mejor política en todo lo que se refiere a la amistad. Es la única política.
  •  Sé tu mismo. Piénsalo. Si todo el mundo en el pueblo te quisiera porque los has convencido de que eres tan talentoso, tan rico, tan atlético, o algo por el estilo, y nada de eso es verdad, ¿a quién estarían amando esas personas? No a ti. Estarían amando a un falso yo. Pero tú quieres ser amado por lo que realmente eres. Y no sólo eso, sino que eres una criatura única. Dios te hizo de esa manera con un propósito. Te dio dones, talentos y aptitudes únicas para ser usadas para su gloria. Tienes mucho que aportar a cualquier amistad. ¡Te tienes a ti mismo!
   

 

¿Por qué estoy tan solo?

La soledad es uno de los peores sentimientos de la vida. Uno se siente despreciado, rechazado, innecesario. A la gente solitaria usualmente le cuesta trabajo comunicarse con otras personas. Están solos porque no pueden hablar con otros porque se sienten muy mal consigo mismo.

¡Ayúdenme, quiero salir de esto!

¿Cómo puedes liberarte de ese problema?
  • Comienza a leer algo de la Biblia cada día. Cuando lees la Palabra de Dios te sientes en su presencia. Si sabes que él está contigo, aún cuando parezca que estás solo, ya no estás solo. Tu mejor amigo está a tu lado.
  • Incorpórate al grupo de jóvenes de tu iglesia. Piensa en lo que puedes ofrecer al grupo, en lugar de lo que puedes recibir.
  • Si es posible, restaura los vínculos rotos con tu familia.
  • Mantente en contacto con un líder juvenil, el pastor, o un amigo en quien confíes. Pídele a esa persona que te avise si ve que te deslizas hacia la auto compasión o alguna acitud negativa que pueda alejar de ti a otras personas.
  • Tómale la palabra al Señor. El Señor ha prometido que no nos dejará o abandonará.
  • Aseguráte de que estás en buenas relaciones con el Señor. Si estás <<desconectado>> de Dios, ello afectará a todas tus otras amistades.
  • A veces tendrás que esforzarte por llevarte bien con la gente. Una de las mejores maneras es hacer preguntas. Todo el mundo tiene algo que decir, pero muchos no encuentran alguien que quiera escucharlos.
  • Trata de expresar tus propios sentimientos y pensamientos. Muchas personas no dicen lo que piensan por temor a decir tonterías. Prueba iniciar una conversación con <<yo siento>> o <<yo pienso>>, y entonces expresa simplemente de qué se trata. Tal vez estés en lo cierto o equivocado. Pero si es una opinión sincera, nadie podrá disputarla. Eso es lo que sientes.
  • Mira a los ojos de la gente cuando hables. Además de darle confianza, ello le dirá a la persona con la que conversas: <<Me interesa los que estás diciendo; quiero seguir escuchándote>>.
  • Cuando te sientas apenado o tímido, o quieras esconderte en algún rincón, detente. Ora ahí mismo. Pídele a Dios una dosis extra de confianza, él te dará la ayuda que necesitas.

¿Quién crees que eres?

Como te ves a ti mismo es uno de los factores claves en la vida. Algunos llaman a esto imagen propia o autoestima. 

¿Qué es la autoestima?

Autoestima es ese sentimiento profundo que tienes acerca de lo que vales. Es cómo te consideras a ti mismo. Es tu opinión sobre tus propios valores. Es lo que te hace decir: <<Me gusta como soy>>, o <<me disgusta como soy>>.

Tu imagen propia es como una especie de autorretrato de ti mismo. Es como te imaginas que eres. Es lo que piensas de ti mismo.

¿Y eso que importa?

La razón de que el concepto que tienes de ti mismo sea importante se debe a que probablemente hables, actúes y reacciones como la persona que crees ser.

Si te crees feo, gordo, estúpido y torpe, seguramente actuarás de esa manera. Si tu autoestima es baja, quizás pienses que eres un fracasado nato, un perdido, sucio e imperdonable pecador. Es posible que sucumbas al hábito de descalificarte para todo. He aquí algunas de las frases que una persona con pobre autoestima suele usar:

<<Nunca hago nada bien>>
<< ¿Por qué yo?>>
<<Nunca sirvo para nada>>
<<Supongo que Dios me ama, pero no puedo hacer nada por mi mismo>>
<< ¡Ah, sí tremendo tonto!>>
<<Echo a perder todo lo que toco>>
<<Nunca podrían usar a alguien como yo>>
¿Te suena familiar este modo de hablar?
Pero si tú sabes que le importas a Dios, que él te ha creado a su imagen y que realmente se preocupa por lo que te suceda, entonces te podrás sentir bien contigo mismo. Tu imagen propia comienza a elevarse cuando recuerdas que Dios te ama.

Errores comunes en torno al concepto que tenemos de nosotros mismos
  •  Tener una idea demasiado elevada de nosotros mismos.
Eso lleva al pecado de la vanidad. La vanidad apunta hacia sí misma. Es una actitud de falsa superioridad. <<Yo soy mejor que tú>>. Es una opinión inflada sobre ti mismo.

La vanidad nos hace pensar que debemos ser como Dios. Queremos escoger los mandamientos que vamos a obedecer. Queremos escoger los medios –para conseguir nuestros objetivos- en lugar  de lo que Dios quiere que hagamos. Este tipo de orgullo es un absurdo. Fue el que causó que Adán y Eva se rebelaran contra Dios.
  •   Considerarnos muy poca cosa.
Tendemos a debatirnos en un sentimiento de pobre estima personal. Sabemos que hemos caído en el pecado, y eso nos hace pensar que somos algo sin valor. Como Adán y Eva, nos sentimos desnudos, abochornados y temerosos de ser públicamente señalados.
Pero una vez que hayas sido personado, todo pasó y se olvidó. No sigas empeñado en sufrir por lo que sucedió. A veces la persona a quien heriste no quiere <<perdonar y olvidar>>. Tú solo puedes pedírselo. Aún si esa persona prefiere seguir molesta, tú debes saber que has hecho todo lo posible por evitarlo. Dios también lo sabe.
  •  Rebajarse a sí mismo.
La humildad verdadera es una de las mejores cualidades del ser humano. Pero alguna gente confunde la humildad con el rebajarse a sí mismo. La humildad honesta reconoce nuestras virtudes y nuestras debilidades, las cosas buenas y malas, y da a Dios la gloria en ambos casos (véase Romanos 8.28).
  •  ¡Pobre, pobre, pobre de mí!
Otras personas confunden la verdadera humildad con la pena que sienten de sí mismos. << ¡No puedo hacer nada bien!>> Piensan que así son humildes, cuando en realidad su autocompasión es sólo un sentimiento de orgullo puesto al revés. A otros les cuesta trabajo aceptar un elogio. Dicen: <<Ah, no fue nada>>; o >> ¡apuesto a que no puedo hacerlo de nuevo ni en un millón de años!>> Cuando alguien dice algo agradable de ti lo único que necesitas responder es <<gracias>>. Eso es todo.

Naturalmente, como cristiano tú sabes que es Cristo en ti el que hace el trabajo (Colosenses 1.27).
  •  Los quejosos y los alardosos.
Los quejosos se pasan el tiempo anunciando sus errores. << ¿Me equivoqué?, ¿Lo hice todo bien?>>, <<Pienso que eché a perder aquello>>.

De cierta manera, los inconformes están buscando a alguien que levante su propia autoestima personal. Lo que realmente buscan es que los elogien y adulen, pero su imagen de sí mismo es tan pobre que temen solicitar una opinión honesta. De pasada, hacen comentarios negativos, con la esperanza de que alguien los corrija. Por lo general, nadie lo hace. 

Los alardosos son lo opuestos. Se pasan todo el tiempo diciendo lo importantes que son, siempre tienen la razón, por lo menos en su propia mente. Son prepotentes, y a veces escandalosos, mal educados y rudos. 

Curiosamente, tanto los quejosos como los alardosos sufren de pobre autoestima.
Constantemente están tratando de atraer la atención. Lo que realmente dicen es: << ¡Auxilio, necesito que me atiendan. Por favor, fíjense en mí!>> 

Gente con buena autoimagen sienten un sano respeto por Dios y por sí mismos.

No tienen que lamentarse, ni necesitan jactarse. Se las arreglan sin trucos ni mañas. Saben quiénes son en Cristo, así pueden darse el lujo de ser modestos. Su autoestima no depende de si ganan o no algo a los ojos del mundo. Su visión de sí mismos se basan en la fuente de todo éxito duradero, en Jesucristo.

Claves para mejorar la opinión de sí mismo

Mejorar tu imagen puede tomarte algún tiempo y algún trabajo, pero con la ayuda de Dios puedes lograrlo. Estas son algunas sugerencias que te ayudarán:

Recuerda, Dios te ama y te acepta, sin condiciones.
Aférrate al perdón de Dios.
Primero que todo, busca y recibe el perdón de Dios.
Segundo, busca ser perdonado por aquellos a quienes has herido.
Tercero, perdónate a ti mismo. Esto es más difícil de lo que te imaginas. Pero recuerda que Dios te ha perdonado.
Cuarto, debes extender el perdón a todos los que te han herido.
Encuentra un amigo en quien puedas confiar.
Lee relatos sobre personalidades como Abraham Lincoln, D.L. Moody, Billy Graham y otros. Aprende de ellos.
Sonríe. Esto no sólo mejora tu estima personal, sino que te hace más interesante ante los demás.
Cuida tu apariencia.

No le creas al diablo. Recuerda, ¡EL DIABLO ES UN MENTIROSO! Dile que se aparte de ti.
El apóstol Pablo nos dice:

Deja que el Espíritu cambie tu manera de pensar y haga de ti una persona nueva (Efesios 4.23, 24).
Anímate y no te sientas mal contigo mismo. Dios está contigo.  

El pecado: un crimen del corazón

El pecado es una cosa seria. Muchos cristianos piensan con ligereza sobre el pecado. Dicen: <<Ah, no es tan malo>>. O, << ¿Y qué? Nadie es perfecto>>. O, << ¡Todo el mundo lo hace!>>

¡Cuidado! La Biblia no dice nada de eso, sino que Dios odia el pecado. Él permitió que su único hijo, Jesús, muriese por nuestros pecados. Obviamente, Dios los toma muy en serio.

¿Qué es el pecado?

Los especialistas de la Biblia ofrecen toda una serie de definiciones sobre el pecado. Algunas ayudan, otras confunden. He aquí una sencilla: <<El pecado es desobediencia consciente ante Dios>>.  Cuando tú sabes lo que está bien y conscientemente decides hacer el mal, eso es pecado. Santiago lo explica de esta manera: <<Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado>> (Santiago 4.17).

Muy bien, hemos pecado, ¿qué se puede hacer? ¿Cómo puedes librarte del pecado y sus consecuencias? La Biblia dice: <<Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad>> (Juan 1.8,9). ¡Bien! Dios nos perdonará por haber pecado. ¿No son magníficas noticias?

¿Por qué es tan serio el pecado?

El pecado es serio porque siempre constituye una ofensa a Dios. El odia el pecado. El sabe que puede matarte, y te ama lo suficiente para decirte la verdad.

¿Qué significa arrepentirme de mis pecados?

Arrepentirte de tus pecados significa mucho más que sentir pena por algo que has hecho mal. Nos inclinamos a pensar que sólo necesitamos reconocer nuestras faltas. Asumimos que podemos orar pronunciando algunas palabras de arrepentimiento, o derramar algunas lágrimas, para que todo vaya bien. Pero no es así. Decir que sientes pena por tus pecados es un buen punto de partida, pero no de llegada. También debes pedir a Dios que te perdone.

Piensa en la historia que Jesús contó sobre <<el hijo pródigo>>. El hijo dijo: <<Me levanté e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti>> (Lucas 15.18). Y fue perdonado.

Si tú quieres ser perdonado vuélvete a Dios. Cuéntale  todo, ruégale que te absuelva, y él lo hará.

¿Y qué si pecas de nuevo?

Desafortunadamente, quizás peques otra vez. Todavía no has llegado al cielo. Tal vez algunas veces falles. Cuando te suceda, aquí tienes tres cosas que debes recordar:

Mantente en contacto con Dios. En otras palabras, cuando el Espíritu Santo te muestre que has pensado, dicho o hecho algo que no agrada Dios, apúrate a confesar tu pecado.

Pídele a Dios te perdone. No te preocupes. Él no se disgustará contigo. No, si tu arrepentimiento es sincero. Entonces apártate de ese pecado. Ruégale a Dios te dé fuerzas para alejarte de él.

Repara lo que has hecho. Convierte el mal en bien (si es posible).

¿Cuál es la diferencia entre el error y el pecado?

Todo depende de tus motivos. La mayoría de nosotros no quiere equivocarse. Pero nos equivocamos. Por otra parte, el pecado es consciente, es voluntario. Tú no tienes que cometerlo. Tú pecas porque quieres hacerlo. Es una decisión voluntaria.

Una vieja historia ilustra esta verdad. Un pequeño niño ayudaba a su padre a recoger cebollas de su propio jardín. Tras desenterrarlas, padre e hijo las lavaron, las escogieron y las dejaron secándose en el portal del fondo.

<<Buen trabajo, hijo>>, dijo el padre, mientras golpeaba gentilmente la espalda del muchacho. <<Gracias por ayudarme>>.

Un mes más tarde, el muchacho salió al jardín, ¡y cuál no sería su sorpresa al encontrar más cebollas creciendo en el lugar donde su padre y él habían sacado las otras!

<< ¡Caramba!, a papá le va a encantar esto>> pensó, mientras sacaba las cebollas de la tierra. Después las llevó a la casa y las lavó bajo la llave. Al hacerlo notó que estas cebollas no eran tan grandes como las que habían cosechado unas semanas antes. Apenas podía esperar a ver la cara que pondría si padre cuando le enseñase las cebollas.

 ¡Sorpresa!

Cuando el padre llegó a casa del trabajo, el muchacho lo esperaba en la puerta. << ¡Papá, mira lo que encontré hoy en el jardín. Más cebollas!>> El padre dejó que el niño lo arrastrara a la cocina y de allí al portal del fondo. Entonces, la sonrisa de aquel hombre se convirtió en una mueca.

<<¿Qué pasó, papá? Mira las cebollas que encontré. No están buenas? Mira as limpié igual que hicimos el otro día con las otras>>.

<<Hijo, estas cebollas todavía no se podían recoger>>, contestó el padre. <<Mientras estabas en la escuela, yo sembré más cebollas en esa parte del jardín. Ahora están arruinadas. Ya es demasiado tarde este año para sembrar más. Aprecio tu trabajo; sé de tus buenas intenciones, pero lo que hiciste estuvo mal>>.

¿Cuál fue el problema?

He aquí la cuestión. ¿Pecó el muchacho, o simplemente cometió un error? Los que meramente ven en Dios un juez celestial quizás digan: <<Sí, el muchacho pecó. Hizo mal y debe ser castigado>>.

Aquellos que ven en Dios no sólo un juez, sino también un Padre celestial, dirán: <<No, el corazón del muchacho estaba limpio, no quiso hacer daño. Sus motivos eran puros. Sí , cometió un error, pero no desobedeció deliberadamente a su padre. En realidad quiso agradarle>>. En este caso estamos delante de un error, no de un pecado.

Así como los padres corrigen a un niño que ha hecho algo equivocado, aún sin malas intenciones, para evitar que cometa se error otra vez, de la misma manera, Dios disciplina y educa a sus hijos.

Pero Dios no puede dejar sin castigo el pecado cometido conscientemente. Por ello permitió a su Hijo Jesús recibir el castigo que a nosotros correspondía. Gracias a la fe en él puedes recibir el perdón del pecado y la vida eterna en compañía de tu Padre celestial.