¿Le tienes miedo al diablo? Muchos de tus amigos sí, tú lo sabes. Ellos se paralizan de miedo solo de imaginarse que Satán (otro nombre del diablo) se les eche encima. Muchos cristianos piensan más en el diablo que en Jesús.
No le des mucho crédito al diablo. Seguro que es real, un enemigo sucio de verdad, ¡pero no olvides que el diablo y sus demonios han sido derrotados! Jesús ganó la guerrra cuando murió en la cruz y se levantó de la tumba en la primera Pascua, hace mucho tiempo.
Ahora, si confías en Jesús, <<el Espíritu Santo de Dios está en ti y es más poderoso que el que está en el mundo>> (1 Juan 4.4). Eso significa que no debes temerle al diablo.
¿Es eso ser engreído?
No, es comprender y creer que Jesús es más fuerte que el diablo y sus demonios. No hay poder demoníaco sobre la tierra o en el infierno que pueda enfrentarse al nombre de Jesús.
A Satán se le conoce por varios nombres en la Biblia. Algunos de ellos son:
- Tu enemigo, el diablo (1 Pedro 5.8)
- La antigua serpiente que engaña a todo el mundo sobre la tierra (apocalipsis 12.9)
- El dios que reina en este mundo (2 Corintios 4.4)
- El asesino y mentiroso (Juan 8.44)
- El león rugiente (1 Pedro 5.8)
Algunos de tus amigos quizás piensen que lo de Satán es una simple broma, o que es indiferente rendirle pleitesía al diablo. Pero por varios de sus nombres podrás ver que el diablo es alguien de cuidado. No te equivoques con él.
Ve a lo esencial
Si lees la Biblia tendrás el panorama real. Y nada de él te provocará pesadillas. ¿Por qué? Porque en cada batalla con el diablo y sus demonios se demuestra que Jesús es el dueño del Universo. Jesús siempre derrota al diablo.
Por ejemplo, un día Jesús acababa de salir de un bote, después de cruzar el mar de Galilea, cuando un hombre poseído de espíritus malignos se le acercó corriendo (véase Marcos ). El tipo era un desastre, tanto que el pueblo lo consideraba un caso sin remedio. Habían tratarlo de calmarlo atándolo con cadenas y poniéndoles grilletes de hierro. Pero cuando los demonios se manifestaban, el hombre rompía las cadenas y desbarataba los grilletes como si fueran de estambres. Al final, todo el mundo dijo: <<No hay nada más que podamos hacer por él>>. Así que lo expulsaron del pueblo y lo enviaron a vivir al cementerio.
Allí fue donde Jesús lo encontró. El hombre con el espíritu maligno era un maníaco; día y noche se la pasaba corriendo de un lado para otro, gritando e hiriéndose a sí mismo con rocas afiladas.
Jesús está al timón
Jesús pudo pasar de largo, pero no lo hizo. Las barbaridades que aquel hombre hacía no lo detuvieron. Tampoco tenía temor alguno. Simplemente se hizo cargo de todo y expulsó a los espíritus que lo atormentaban. Al instante, el hombre estaba bien. Jesús dejó que los demonios entrasen en un hato de cerdos que estaba pastando en la ladera de una colina. Inmediatamente, los cerdos corrieron hacia un despeñadero y se ahogaron en el lago.